“Mi actividad se consume en una inquieta indolencia; no puedo estar ocioso y, sin embargo, no puedo hacer nada. Mi imaginación y mi sensibilidad no se conmueven ante la naturaleza, y los libros me causan tedio. Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada.”
Werther, Goethe, libro I, carta de 22 de agosto
Estatutas de mármol custodian la galería de la Ópera
Werther, Goethe, libro I, carta de 22 de agosto
Estatutas de mármol custodian la galería de la Ópera
Ajustaba sus pasos a los míos, que mis tacones impedían hacer más largos, resonando acompasados en la inmensa bóveda de crucería de la galería de la Staatsoper de Vienna mientras cruzábamos su colorido mosaico, iluminada vivamente por interminables filas de arañas de cristal selladas con el águila imperial. Flanqueados nuestros pasos por las filas de altaneras estatutas de mármol que custodian su solemne belleza.
La Ópera de Vienna representa todos los días una ópera distinta ya que el escenario, con una profundidad que duplica la del patio de butacas, unas instalaciones y maquinaria con estándares técnicos que lo sitúan entre los más modernos del mundo, le permiten tener instalados varios decorados al mismo tiempo.
El acomodador de rigurosa librea abre la puerta del palco rematada en pan de oro. Como si hubiera abierto la puerta del circo romano, la claridad repentina nos ciega y nos asomamos sobre la baranda forrada de terciopelo rojo contemplando todo un mundo fantástico que ruge y se mueve agitado, ruidoso, inquieto bajo nosotros en el patio de butacas, iluminado de los colores fantásticos que desprenden las mil bombillas pendidas de la inmensa guirnalda circular de cristal que corona la platea. Rivalizan con el destello que relucen las joyas que atrapan los cuellos de las señoras de pelo dorado en laca, las veneras de los maridos con la bandera blanca y roja austriaca prendidas de sus trajes de smoking. Europa. Podemos perdonarle su vanidad, pues eso la hace eterna. Se representa L’elisir d’amore, de Donizetti.
Los palcos de la Ópera
Conozco muy bien esta ópera, muchas gracias. – Digo rechazando el programa. La había visto representada hacía relativamente poco tiempo en la Fenice de Venezia, con una compañía de excepción. Y desde entonces no había dejado de oirla. Y me sabía su libretto de memoria.
La luz desaparece poco a poco, dejando a la vista sólo el reflejo del tenue brillo ocasional de los diamantes y de las pequeñas bujías de los palcos.
Io son ricco, e tu sei bella,
io ducati, e vezzi hai tu:
perché a me sarai rubella?
(Yo soy rico y tú eres bella,
yo tengo ducados y tú belleza.
¿Por qué a mis deseos te resistes?)
io ducati, e vezzi hai tu:
perché a me sarai rubella?
(Yo soy rico y tú eres bella,
yo tengo ducados y tú belleza.
¿Por qué a mis deseos te resistes?)
La vida misma en la pantomima de Ducalmara. Ah Adorata barcarola..
prendi l'oro e lascia amor.
Lieto è questo, e lieve vola;
pesa quello, e resta ognor.
(¡Adorada barquera,
toma el oro y abandona al amor!
Este es pasajero y ligero vuela;
aquel es pesado y siempre queda.)
(¡Adorada barquera,
toma el oro y abandona al amor!
Este es pasajero y ligero vuela;
aquel es pesado y siempre queda.)
..Quizás demasiado verdad para que pudiera ser tomada en serio esta afirmación. Cuantas veces no habremos, como el Fausto de Goethe, vendido nuestra alma al diablo a cambio de una de esas pequeñas estrellas que brillan fatuas allá arriba?
La ópera siempre ha sido para mi una discusión acalorada que nuestros sentimientos mantienen con nuestros recuerdos, manteniéndose ambos durante toda la trama en tensa confrontación. Quizás sea por la penumbra que propicia la reflexión, por la fuerte carga emocional de su música, por ser uno de los pocos espectáculos en los que los protagonistas hablan impúdicamente de sus sentimientos o por la liturgia que acompaña una noche en la ópera, que hace que nos sintamos dispuestos a escucharnos por unas horas.
Sea lo que fuere, la opera siempre supone para mí una conversación en la que los recuerdos preguntan y el alma calla y escucha. Y es, quizás por eso, por lo que nunca me ha importado ir sola.
Che più cercando io vò?
Che più cercando io vò?
(Qué voy buscando yo?
Qué voy buscando yo?)
Solo grave de oboe introduce la voz profunda del tenor, seducido apenas por las lejanas notas del violín. Sobre el magnífico escenario de la Staatsoper de Vienna, Nemorino se deshace en lágrimas en la octava escena del segundo acto. Sólo del tenor. Silencio en los palcos. Al compas del arpa suena la romanza. Apenas contenida la respiración mientras el tenor regala al público una cadencia con "Do" de Pecho, en su sentido más literal, en el ária más famosa de esta ópera.
Un solo istante i palpiti
del suo bel cor sentir!
I miei sospir, confondere
per poco a' suoi sospir!
I palpiti, i palpiti sentir,
confondere i miei coi suoi sospir...
(¡Un solo instante el pálpito de su corazón
deseo sentir!…
¡Mis suspiros confundir
con los suyos! )
del suo bel cor sentir!
I miei sospir, confondere
per poco a' suoi sospir!
I palpiti, i palpiti sentir,
confondere i miei coi suoi sospir...
(¡Un solo instante el pálpito de su corazón
deseo sentir!…
¡Mis suspiros confundir
con los suyos! )
Una furtiva lágrima donizettiana abrasa en silencio la garganta, con cuidado de no asomar. Puede que no sepa lo que voy buscando. Puede que ni si quiera sepa si existe, me pregunto, pero tengo que caminar y caminar. Y dejo entrar a mis recuerdos que martillean incansables para que los deje pasar. Adelante, les digo, abriéndoles las puertas de mi memoria, recordando aquellos momentos en los que yo tambien pedi un solo instante i palpiti. El aria termina. Doble vuelta de llave. Cierro el cajón donde metemos las cosas que ya han pasado y, quizás porque ya han dejado de existir parece al mismo tiempo que nunca existieron, pues no tuvieron suficiente calidad como para llegar a ser eternas.
A verun partito
Appigliarmi non posso: attendo ancora...
La mia felicità...
Appigliarmi non posso: attendo ancora...
La mia felicità...
(No puedo decidirme
por ninguna,
Pues espero todavía mi felicidad...)
Pues espero todavía mi felicidad...)
Cae el telón. Se encienden de nuevo las luces y Vienna entera se levanta para aplaudir al tenor.
- Me han dicho que eras una gran aficionada a la ópera. Te ha gustado? – Me dice Fritz (Friedrich) mientras me ayuda a colocarme el abrigo solícito, educado, como buen alemán.
- Me ha gustado mucho. Es una maravilla que hayas podido conseguir las entradas. De verdad, muchísimas gracias.
- Podríamos tomar un copa en el Sacher, no se si has estado. Merece la pena verlo, para una primera copa, si te apetece por supuesto. Después podemos ir a Do&CO. No se si tenías otros planes. – El hotel Sacher, enfrente de la ópera, es el hotel más famoso de Vienna. Su mundialmente famosa torta Sacher, su pasado como proveedor oficial del Hofburg en los tiempos imperiales y haber sido considerado el punto de encuentro de la alta sociedad vienesa, han hecho difícil que nadie que haya estado en Vienna no haya sentido la tentación de tomar si quiera un café en su elegante salón.
- Estuve en el Sacher hace ya mucho tiempo, casi diez años. Si, porqué no? Así podemos hacer el recorrido de la Vienna turística.
- Yo prefiero llamarlo el recorrido de la Vienna clásica.- bromea.- Por lo menos tu primera noche.
El Sacher nos da la bienvenida con la calefacción a todo gas, consolando a los ateridos huesos que entran en calor poco a poco. Me quito las botas que llevo puestas para “bregar” con la nieve y me pongo de nuevo los tacones de aguja negros.
Pido perdón al lector por no haber presentado a Fritz.... Fritz, bávaro, dedicado a la industria metalúrgica de la cuenca del Ruhr vive entre Frankfurt y Vienna. Un amigo común nos ha puesto en contacto para que me enseñe Vienna los fines de semana que pasa aquí. Intenta ser amable con esta “turista” que le han encomendado. Y yo intento mantener un “low profile” sacando a mi personaje más educado. Tiene que aguantarme un par de noches, no es cuestión de asustarlo el primer día.
- Perdona, qué quieres beber?
- Creo que un prosecco.- Mezcla entre champagne y vino blanco, muy de moda en Austria. Herencia de su pasada unión con Italia bajo el imperio y su indudable cercanía. Su versión popular es el Gespritze, vino blanco y agua con gas. Pero eso es mejor dejarlo para las noches de las tabernas de Grinzing.
- Un octavo de whisky solo y un prosecco por favor – dice dirigiéndose al camarero de librea roja y oro del Sacher. En Austria y Alemania, las forma correcta de pedir las copas es por su contenido exacto y no por un continente genérico. Así, una copa de vino tinto no se pediría por copa sino como “Un octavo de vino" si la queremos pequenia o "un cuarto de vino" tinto si la queremos grande. Centro Europa. Qué os voy a contar que no sepáis.
Los paisajes de África, la temporada de baile en Vienna, grandeza y caída del imperio austrohúngaro, la afición a la cocaína de Sissi, algo de los piratas de Somalia en el cuerno de África, la nieve, el desarrollo de la cuenca del Ruhr son los temas que se suceden en nuestra conversación. Como si fueran los pasos del waltz, nuestra conversación educada se mueve dando vueltas, avanzando y retrocediendo a los impulsos de la música, con la cabeza ladeada hacia la izquierda, el pecho erguido, la mano colocada cinco centímetros bajo el hombro, sin apoyarse ni dejarse caer en el de enfrente.
Vienna a nuestros pies, pasional pese a su gélido hermetismo. Contemplamos la nevada catedral de San Esteban desde la impresionante cristalera de doble altura del restaurante Do&Co que domina la Stephanplatz. Vienna clásica.
- Quieres ir a la filarmónica? Dentro de dos semanas estaré en Vienna otra vez, creo.- Ofrece Fritz cuando nos despedimos.
- Magnífico, avísame de todas formas un par de días antes. Muchísimas gracias por esta noche.
El taxi atraviesa Vienna camino del distrito trece. La picadura del dudu latiguea mi cuerpo en un escalofrío recordando África, tan distinta de las sutilezas de la elegante vida vienesa. Como no había champagne bebíamos cerveza Kilimanjaro.
Diálogos
- Lo que nos faltaba, nos habla hoy del palpiti...sabe que se está volviendo terriblemente cursi en Vienna?
- No sea usted ingenuo. Necesitaba algo con lo que rellenar el blog. Si les hablaba todo el tiempo de los magníficos gorgoritos del tenor se me iban a dormir seguro.