miércoles, 6 de febrero de 2013

EL PRIMER VALS




Vestida à la russe. La cabeza calada con un sombrero cosaco de piel de zorro negro, abrazado el cuello por la estola, ajustados los guantes de cuero. Relucen los brillantes que cuelgan incompletos de los pendientes que completan el look de Anna karenina. Asoma ya la mejor de mis sonrisas cuando veo llegar al taxi. Chanel y laca de uñas. Y me acuerdo de Axel, el chef belga de Arusha, que hablaba de algo que se llamaba carisma. Tres ristras de perlas completan el traje.

La cúpula ortodoxa de la iglesia de St.Veit aparece sobre los techos bajos de las elegantes casas del barrio de Hietzing. Sus campanas anuncian las seis de la tarde. La nieve cae despacio, cubriendo suavemente las aceras, los bancos, los coches y el abrigo negro. Me ajusto la piel al cuello para negarle al frío cualquier oportunidad. Mis botas de montar bajo la falda larga negra de cola. Los zapatos de tacón en una bolsa.

-         Vamos al Hofburg, por favor.
-         Va usted al baile?
-         Si. Es mi primer baile.
-         Espero que le guste.

Atravesamos Vienna rápido sobre la nieve. En la puerta del palacio imperial espera el hermano de la dueña de la casa en la que me quedo en Vienna y a quien acompaño esta noche. Nos conocimos hace tiempo cuando estuve trabajando en el Tirol. Su mujer no ha podido acompañarlo y me han dado la entrada a mí. Vamos con un par de ejecutivos más con sus respectivas acompañantes.

Ya me han avisado que no se me ocurriera llevar mis tacones puestos. No con este tiempo. Como todas las vienesas, en el vestíbulo del palacio cambio las botas de montar por los tacones de aguja y las dejo en el guardarropa. Nieve. Si no puedes con el enemigo, únete a él.

Perfectamente alienados en fila en la escalera, lacayos de impecable librea rosa pálido ribeteadas en plata reciben a los invitados. Las señoras con sus faldas abullonadas suben y bajan la empinada escalera del palacio con agilidad sin apoyarse, acostumbradas como están a la agitada vida vienesa. Enero y febrero, estamos en plena temporada de baile. Todas las noches las corporaciones más importantes de la ciudad se dan cita para un baile. Y así se suceden cada noche el baile de la industria farmacéutica, de la filarmónica, de la banca, de la abogacía…etc.

Traje largo o dirndl (el traje tradicional austriaco, de falda, corpiño y delantal) y smoking llenan las mesas alrededor de la sala de baile. Hacen su entrada protocolariamente el ministro de sanidad, autoridades y las cien parejas de debutantes: de blanco y enguatadas ellas, con un ramillete de rosas y de smoking ellos, se colocan enfrentados a lo largo de la pista de baile, esperando los primeros acordes de la orquesta para abrir el baile esta noche bajo las directrices del Dr. Elmayer, maestro de ceremonias.



La filarmónica de Vienna, al fondo de la sala, comienza a hacer sonar sus violines para los primeros acordes del “Danubio Azul”. Pronto se le unen todos los instrumentos y la pista de baile es ya una bruma blanca y negra de bailarines que se deslizan dando vueltas circulares sobre si mismos y sobre la pista al compás del waltz.

Rozan nuestra mesa las enaguas de las debutantes en sus vueltas. Sonriendo con su media cabeza ladeada hacia la izquierda, llevadas como al vuelo por sus parejas y parecen que patinaran sobre el parquet del salón de baile en vez de bailar al ritmo de los potentes platillos que marcan los acordes del waltz.

“El Danubio Azul” deja paso al poderoso “Waltz del Emperador” y el Dr. Elmayer grita “Alles Walzer!”, “¡Que bailen todos!”. Y sacan los señores a sacar a sus parejas, mezclándose los nuevos bailarines con las debutantes llenando la pista de colores y sin chocarse unos a otros giran y giran sobre si mismos, valseando unas veces rápido y otras demorándose en sus vueltas, al ritmo que marca la orquesta.

Al “Waltz del Emperador” le suceden “La isla de las Rosas” y la noche encadena un waltz, una polonesa, una polka, un tango y un swing con otro. Sucediéndose las parejas en la pista sin darle mayor importancia, como si bailar aquellos bailes de salón fuera algo natural.

Contemplo desde mi silla el espectáculo frente a mí. Acepto mi primera invitación de baile, de uno de los ejecutivos a los que su mujer ha animado a que me saque a bailar. Me enfrento decidida a la pista de baile. No obstante, tras los primeros acordes del Danubio Azul mi seguridad en mi misma desaparece. Parecía tan fácil verlos bailar! Choco un par de ocasiones con mi pareja y le hago chocar a él con nuestros vecinos.

Quiero bailar, poder mezclarme entre las parejas y disfrutar de la música siguiendo sus acordes sobre el parquet, dando vueltas y vueltas. Y no puedo. Así que pido disculpas y vuelvo a mi mesa. No está en mi naturaleza contemplar la faena desde la barrera, pero quizás mis recién estrenados treinta años me hacen consciente de mis lagunas. Y estos elegantes bailes de sociedad es una de ellas. Así que me conformo con recorrer los espléndidos salones del palacio que se suceden unos tras otros. Inmesos, sobrios, coronados por inmesos frescos y sobre los que se suceden gigantescas lámpars de arania. Admirar Vienna iluminada bajo nosotros desde los amplios ventanales, cubierta de su capa blanca que le otorga un cierto allure etéreo y mágico.



Vienna, puede que tengas algo para mí..pienso mientras me quito los guantes sobre la mesa del tocador y guardo mis falsas joyas. El Dr. Elmayer…anoto mentalmente pedir una cita para aprender a bailar el vals antes del próximo baile.

Diálogos

-         Ha dejado usted de beber? Me tiene preocupado.
-         No le comprendo. Quiere decir usted, si he dejado de beber agua?
-         No, me refiero a que ya no empieza sus artículos con “se derrite el hielo de la copa de ginebra bajo el ardiente sol de la savanna” como nos tenía acostumbrados.
-         Bueno, entenderá usted que Vienna es más de “champagne que rebosa de la copa de cristal de bohemia”…y el presupuesto manda. Pero todo se andará.
-         Eso espero, ya sabe usted que la vida siempre se ve de otro color con las burbujas.
-         Lo sé amigo. Quizás porque estoy sobria veo Vienna demasiado blanca. Probaré a ver si con el Veuve Clicquot rossé la veo de color rosa.
-         Por cierto, lo de vestir “à la russe” me ha dejado loco. Puedo vestir yo también así en Algarinejo?
-         Tiene usted mis bendiciones.

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