lunes, 28 de enero de 2013

LA CLASE DE BAILE


Hofburg, iluminado para el baile

Una mezcla imposible de sal y nieve cubre las calles de Vienna. La nieve me llega hasta la mitad de mis botas mientras avanzo lentamente por la Kartner Strasse, camino de la Escuela de baile de Elmayer, situada en la pequena Bruener Strasse, en las inmediaciones del Hofburg (palacio imperial), donde se imparten las mejores clases de vals (en alemán, waltz) de Vienna. La nieve silencia los sonidos de los pasos, de las ruedas de los coches, de los tranvías y de los cascos de los caballos que tiran de las berlinas encapotadas que recorren el centro de la ciudad. El termómetro marca -10 grados. El cielo permanece, como desde hace ya demasiados días, inmutable en una espesa bruma blanca impoluta de nieve interminable, que alumbra tenuemente la ciudad, envolviendo los imponentes edificios del casco histórico de un reluciente color gris.

Escuela de baile de Elmayer

El Dr. Elmayer, maestro de ceremonias de los bailes vieneses, mantiene una de las mejores academias de baile en la que prepara para la temporada de baile a muchos de los debutantes que abrirán los bailes de los salones de Vienna cada anio. La cita es a las tres. Intento avanzar más deprisa mientras atravieso la Joseppltaz e inevitablemente, como cada día, el hielo de la acera me hace resbalar y caigo al suelo. Cada vez caigo con más práctica y con más elegancia. Maldigo la nieve por enésima vez mientras recojo mis bártulos del suelo y sigo caminando, esta vez sin tanta prisa.

La academia, un pequeño local de 1919 situado dentro del Palais Fries-Pallavicini tiene la chimenea encendida. Karlz, mi profesor de waltz, me espera detrás del mostrador. Me pide que le acompanie por varias de las salas llenas de veinteaneros que se preparan para su primer baile hasta que llegamos a una pequena sala de baile llena de espejos donde estamos solos. Me ayuda a quitarme el abrigo y me senala mis botas manchadas de nieve. Ya lo se. Me las quito y me pongo las bailarinas.


El salon de baile


- Sabe usted bailar algo? – Me pregunta Karlz. Es simpático, blanco, de estatura media, rellenito y cara sonriente. Va vestido de smoking y me confiesa que la temporada es agotadora. El abre los bailes a los que el Dr. Elmayer no puede asistir, y me cuenta que cada noche tiene que asistir a dos o tres. Que se acuesta bailando y se levanta para regresar a la academia a ensenar a bailar. Y que le encanta.

- Bueno, bailo improvisando. Pero lo que quiero es bailar con precisión.

- Ha visto usted como se baila?

- Si, estuve el otro día en el baile de la industria farmacéutica en el Hofburg. Fue precioso, nunca había tenido oportunidad de asistir a un baile y me encantó ver bailar a las debutantes y a todo el mundo en general.


Debutantes abriendo el baile en el Hofburg



- Y la sacaron a bailar?

No, bueno si. Pero no pude bailar. La verdad que me pase las siete horas sentada. Después de pisar varias veces al de enfrente y temiendo caerme en medio de la pista de baile, decidí sentarme hasta que aprendiera a bailar, por lo menos decentemente. Sin pisar al de enfrente. No pido más. Probablemente me inviten a un par de bailes más, la organización para la que trabajo hace uno en marzo y bueno, pasármelo sentada pues es una pena. Te impide relacionarte.

Karlz asiente. Se dirige a la mesa de sonido y empiezan a sonar los acordes del Danubio azul a un ritmo muy lento, el de los principiantes. 1,2,3,4 comienza a ensenarme a mover los pies haciendo un cuadrado perfecto. Hacia delante y hacia atrás. Parece muy fácil.
"
- En la academia Elmayer nos parece muy importante la postura. No se cuelgue usted de su acompanante como si fuera asida de la barra del metro. La cabeza alta, ladeada a la izquierda, el brazo izquierdo cinco centímetros por debajo del hombro de su pareja, el pecho erguido, la cebeza ladeada y si nota que él baja la mano por debajo del omoplato entonces usted…

- Karlz, tengo 30 anios. Créame, si baja la mano creo que me se defender.

Karlz se rie. Me pregunta si estoy preparada para bailar con él y empezar a practicar los pasos que he hecho sola delante del espejo. No dirijimos al centro de la pista. Karls pone de nuevo en marcha el Danubio Azul, esta vez a un ritmo un poco más rapido y me empuja hacia atrás girándome hacia la derecha, cuando yo esperaba ir hacia delante y a la izquierda. Indudablemente nos tropezamos.

- Porque no me ha seguido? Si estaba haciendo los pasos muy bien sola. Tiene usted algún problema para bailar o de coordinación?

-  Es que pensaba que usted iba a ir hacia atrás y yo hacia delante. Y no al revés.

- Pero quien ha dicho que usted es la que empieza? No. No. El hombre empieza y elije hacia donde quiere bailar. Naturalmente el hombre elige ir hacia delante y usted tendrá que ir hacia atrás. Y gira hacia donde él la lleve. Usted lo va siguiendo y verá que fácil es.

- Karls, yo no se dejarme mandar. Se que al bailar hay que seguir al hombre y yo eso no se hacerlo. Se me da muy mal.

- Bueno, entonces no va a poder usted bailar. Tiene que dejarse llevar.

- Y no sabe como me gustaría. Pero vengo de una generación que nos han metido a fuego la palabra independencia. No pretenderá usted que yo pueda así por las buenas cambiar, ni aunque sea para bailar.

- Bien, no se preocupe. Tengo muchas como usted. Entonces lo plantearemos de otra forma para que pueda usted seguirme con más facilidad. Digamos que usted no se deja llevar. No piense eso. Piense que usted quiere bailar el vals. O prefiere quedarse en la silla como la otra noche?

- No, quiero bailar

- Bien, pues bailar es cosa de dos. Así que tiene usted que coordinarse con él. Si usted no hace su trabajo el tampoco podrá hacerlo, se chocarán. Si el se mueve y usted no lo acompana o si la ayuda para que de la vuelta y usted no la da, se van a quedar los dos sin bailar. Lo comprende así?

- Si. Asi está muy bien explicado.

- Bien. Ahora, quiere usted ayudarme a que bailemos los dos, siguiendo los pasos para que los dos podamos bailar y divertirnos?

- Si.

- Bien. Su primer trabajo consiste en detectar cuales son mis movimientos, es decir, si mis pasos son cortos o largos y poco a poco ir viendo como es mi estrategia de baile. Así usted sabrá por donde voy a ir y podrá moverse con más soltura al mismo ritmo. – Maldita sea. Karls es un genio de la psicología inversa. Me tiene ya totalmente entregada desde que ha pronunciado la palabra “estrategia” y “detectar”.

Comienza la música. Karls empuja con el pie izquierdo hacia detrás y yo me concentro en medir mis pasos en función de la longitud de los suyos.

- No sólo voy yo hacia atrás. El waltz es un tira y afloja. Si yo la empujo ligeramente hacia atrás haciéndola retroceder, usted luego en respuesta avanzará hacia adelanta y me empujará a mi hacia atrás. Yo ataco y usted contraataca. Lo entiende? Una vez yo y luego usted y así sucesivamente. Es cosa de dos.

Y sin darme cuenta, empiezo a seguir sus pasos, entretenida como estoy en acoplar mi ritmo al suyo, haciendo que mis pasos sigan los suyos, y en avanzar de nuevo hacia delante después de que el me haga avanzar hacia atrás. Dando vueltas por todo el salón de baile hasta que pierdo el punto fijo y pierdo el paso del mareo.

- Karlz. Una pregunta. Si el no sabe como empezar los primeros compases, como tengo que empezar yo? Lo digo para ayudarlo.

- No. Si él no sabe empezar es que no sabe bailar el vals. Y entonces a usted tampoco le interesa. Probablemente la pise a la tercera vuelta.

- Bueno a lo mejor le cuesta al principio y puedo empezar yo y que él me siga. Digo en el caso de que él no sepa. Es eso posible?

- No. No puede usted empezar. No funciona así. Y si es usted la que lo lleva se va aburrir mortalmente. Si su pareja no sabe, usted baile con quien sepa hacerlo. No se preocupe, que cuando la saquen a bailar, él sabrá como hacerlo.

Pienso que Karlz es un filósofo.

Nos despedimos hasta el siguiente domingo. Me ha prometido que en tres lecciones podré pasarme la siguiente noche sin parar de bailar. Me abrigo y me coloco de nuevo los guantes, me calo el gorro y me enredo alrededor del cuello la larga bufanda y saludo los muchos grados bajo cero que me esperan ansiosos cuando cierro tras de mi la puerta de la academia de baile hasta el domingo próximo. Pienso que tengo que escribirle a Morris para contarle que he vuelto a bailar.

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