Hoy, nuestro ultimo dia en Kigali, hemos
ido temprano en moto a la pequena base donde mataron a 14 soldados belgas de
las Naciones Unidas, en los primeros dias del genocidio, mientras defendian la
casa de la vice-presidenta. Despues hemos visitado el Kigali Memorial Centre.
El museo del genocidio, que relata desde la epoca colonial belga hasta 1994,
como fue gestandose el genocidio.El museo se asienta sobre las fosas comunes.
Por ultimo, visitamos el palacio
del presidente Juvénal Habyarimana. Un palacio sesentero construido como regalo
por los franceses, a las afueras de Kigali. El palacio, merece la visita para
conocer como vive un dictador preocupado por su seguridad. El guia nos muestra
orgulloso el sofisticado sistema de alarma usado por el presidente. Cada escalon
esta conectado a una alarma diferente, con lo cual, desde el cuarto del
presidente, puede saberse en que escalon exacto de la escalera se encuentra el posible
agresor. Visitamos la capilla catolica y el
salon de magia negra, ambos a escasos metros de diferencia. Su
refugio secreto, la sauna y los restos despedazados del avion en el que fue
bombardeado junto con el presidente de Burundi, despues de una reunion en
Arusha.
Hemos terminado de visitar Kigali porque solo
hay dos cosas que ver: El Kigali Memorial Centre y la casa del presidente. No
hay museos, no hay galerias, no hay tiendas. Camino del aeropuerto nos
despedimos de la ciudad; de sus militares, de sus elegantes avenidas, de sus
restaurantes de disenio, de su seguridad y de su terrible historia.
Quizas para comprender Nueva York es
necesario subirse a la torre mas alta y ver la isla de Manhatan desde alli, con
un cocktail en la mano, entre los elegantes ejecutivos de la bolsa. Recorrer en
silencio los salones del MOMA y del MET. Perderse en las tiendas de la quinta avenida. Recuerdo como en un primer momento me extranio que en
Africa no hubiera museos que visitar.
Ahora pienso que quizas, para
comprender Ruanda, es necesario recorrerla en moto, a pie y en autobus, y ver
la vida de sus campos de te y de sus fronteras. Sufrir un apagon de luz sin inmutarse. Atravesar la selva e intentar ver a los gorillas entre la niebla.
Observar la riqueza de su naturaleza y sus recursos y, en contraste, la pobreza
de sus gentes que recorren a pie los kilomentros con el agua sobre sus cabezas.
Comprender que los ninios juegan y rien porque quizas no tienen tiempo de
llorar. Quizas por eso, el genocidio de Ruanda tampoco esta en Murambi ni en el Kigali
Memorial Centre, sino en todos su pueblos y ciudades, en su politica exterior y
en su economia. En el orgullo de un pueblo que no quiere volver a despetarnos
de la siesta con sus tiros a la hora de comer. Aunque para eso haya que poner un
militar cada 50 metros y levantarse el dia del Umaganda a barrer para la
comunidad. Y esta tambien en los soldados rebeldes del 23-M. Y en su frontera con el Congo...quizas ahora entiendo
porque no hay museos en Africa.
En la maleta nos llevamos mucha tension
acumulada, demasiadas imagenes que tenemos que olvidar, el lado mas real de
nuestro trabajo y el habernos aproximado al conflicto de los grandes lagos. Comprender este conflicto es comenzar a
entender la historia moderna de Africa. Es entender porque reciben un balazo
cada dia en el telediario. Es tambien empezar a entender quien paga las balas.
Aunque no queramos oirlo. Aunque no queramos oirlas.
Facturo la maleta. Espero no pederla.
“Ha sido un viaje muy romantico Nusrat,
y el hostal no ha estado tan mal. Gracias por reservarlo”-. Le
digo cuando nos despedimos en el aeropuerto.- “No te pongas sentimental- me
contesta - que nos vemos manana en la oficina”. Se que esta orgullosa de
haberme quitado un poco mi barniz de hoteles de cinco estrellas e introducirme
en las maravillas de la filosofia mochilera.
Esa tarde, en el avion de vuelta, hojeo
la revista de viajes de Rwanda air, “Inzozi” (“Suenios” en Kinyarwanda). En la
pagina 27 encuentro una entrevista al Hungaro- tanzano acerca del club de golf
y de polo que ha construido en la falda del Kilimanjaro felicitandole por la
gestion. El articulo se titula “Au delà de l'attendu”,
“Mas alla de lo esperado.” Me entero por el articulo que esta
desarrollando un proyecto de agua, un molino
y una escuela para los masais que viven en el territorio del campo de golf con
parte de los beneficios que genera el club.
Cuando aterrizamos, guardo la revista
en el bolso y le mando un sms “Tienes que darle la enhorabuena a tu equipo de
marketing. Kigali espectacular. ”
Pido al coche de mi organizacion que me
recoge que me deje directamente en el club antes de que me cierren la cocina.
No tengo cena en casa asi que ire directamente, a lo mejor tengo suerte y esta
Morris por alli. A lo mejor me ha echado de menos. El calor de la selva nos
envuelve. El verano empieza con fuerza. Ha sido bonito tener asfalto unos dias,
pero me doy cuenta de que echaba de menos los baches, pienso mientras el
todoterreno bota camino del club atravesando el camino de palmeras y jacarandas
levantando una estela de polvo.
Cuando llegamos, el portero uniformado baja
las escaleras para ayudarme a bajar las maletas del coche.
- Karibu mama! Donde ha estado? Que bien
que ha vuelto! La hemos echado de menos!
- Mambo Inocent! Habari? Acabo de llegar
de Kigali. Muchisimas gracias por ayudarme!
Subo las escaleras y veo a Morris en el
salon del club, en su mesa de siempre, pegada a la varanda de la terraza y al
lado de la mesa de billar. La lamparita de la mesa encendida, sus gafas de
cerca y su pelo blanco recogido en una coleta. Esta concentrado leyendo The
Guardian mientras termina su te. Podria estar perfectamente en el condado de Hertfordshire si no fuera porque estamos en manga corta en pleno noviembre. Por detras de su mesa asoman las
palmeras.
- Hola Morris. Acabo de llegar de
Kigali. Bailamos?- Le digo sonriendo con mis maletas en la mano.
- Maldita sea. Te he echado muchisimo
de menos! - Dice levantandose y ayudandome con las maletas mientras me da un
abrazo por primera vez. - Quiero saberlo todo sobre Ruanda.
Bailamos?, en ingles, “Shall we dance?”,
es la manera que tiene de preguntarme si quiero jugar al billar. Para Morris,
una buena partida de billar, perfecta en sus proporciones, es arte y el lo
juega como un artista.
Bailamos?, Es lo que me dijo la primera
vez que me invito a unirme a la partida de billar. Yo estaba recien llegada,
intentando conectarme a skype sentada en una mesa, mirando de reojo las
partidas. Sin atreverme a preguntar si podia jugar. Se
acerco, y ofreciendome un palo me dijo; “Bailamos?”. Como yo no entendia su
broma, me dijo que parecia una nina en una fiesta, sentada en la silla sin
atraverse a bailar hasta que no la sacaran. Recuerdo que le dije que
preferia mirar. Dos meses mas tarde, puedo contar con las manos los dias que no
he jugado al billar.
El camarero me sirve sin preguntar una
copa de vino blanco y la deja sobre la mesa. Miro las estrellas por la varanda y oigo cantar los pajaros de la
selva. Respiro el polvo. No se donde
tengo el inhalador pero empieza a no importarme. Me siento en casa, pienso, mientras le veo
preparar con una sonrisa las bolas sobre la mesa de billar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario