"There
is something about safari life that makes you forget all your sorrows and feel
as if you had drunk half a bottle of champagne - bubbling over with heartfelt
gratitude for being alive.”
“Hay algo en la vida de safari que te hace
olvidar todos tus dolores y hacerte sentir como si te hubieras bebido media botella de champagne, rebosante del más sincero agradecimiento por estar vivo.”
Karen Blixen, Memorias de Africa, 1937
“Safari” en suajili
significa viaje. Cualquier viaje.
Porque un safari es un
viaje y hay muchas maneras de viajar, hay muchas maneras de ir de safari. Esta
es una de ellas. Old-good times style. Como en los buenos viejos tiempos.
Hoy, por fin, nos dejan
un respiro las lluvias. Uno de nuestros amigos, Brod, keniata de origen ingles,
nos ha invitado a una cena en uno de los lodges en el bush con los que
normalmente trabaja.
Llegamos al lodge cubiertos
de polvo despues de una hora y media de carretera de pista en el todoterreno
descubierto. La fauna africana se nos aparece sin avisar en nuestro camino y paramos
para dejar pasar varios diks-diks (ciervos enanos) e impalas (gacelas) que se
entrecruzaban caprichosos a los lados del coche. Bajamos la velocidad cuando
pasamos cerca de las cebras que bebian del rio. Para atisbar los baboons
(monos) que se peleaban en una rama. Para no levantar a las jirafas sentadas. En nuestro camino, bordeamos uno de los
lagos, cubierto del color rosa imposible de los flamencos.
El “bush”, como lo
llaman aqui. Bush en ingles significa arbusto bajo. Y asi es el paisaje de
savanna. De arbusto bajo y polvo. Inmenso. Arido. Salvaje. Salpicado de enormes
acacias africanas, cuyas ramas se extienden perfectamente verticales al suelo,
creando una agradable sombra, de solitarios baobabs de inmensos troncos.
Habitado por animales desconocidos. Coronado por un sol rojo y perfecto que
cuelga del horizonte. Enmarcado por el complejo volcanico del Kilimanjaro de un
lado y del Monte Meru de otro.
Indolentes bajo una
acacia, observamos en silencio como se pierde el sol una calurosa tarde de
sabado. Ginebra keniata y agua tonica, sobre
la mesa de safari de mantel blanco
impecable en algun lugar de la savanna. El camarero uniformado que nos
acompania enciende discreto las lamparas de keroseno (bush lamps) y las cuelga
sobre una estaca. Al fondo, el crepitar de la hoguera para ahuyentar las fieras
y los sonidos de los pajaros. Dos masais vigilan la escena. El cocinero canta
una cancion mientras pone la carne en las brasas.
Detras, en otra de las
mesas plegables, se alinean varias bebidas y una cubitera con hielos hechos de agua
mineral. Quizas el secreto de Africa, es que en vez de querer transformar y
urbanizar la naturaleza hasta domarla y hacerla nuestra, aqui se transforma uno
hasta hacerse suyo y unirse a ella. Sin temerla. En una union perfecta.
A Brod, se le conoce
por organizar las cenas a la vieja escuela, “old-good times style” (como en los buenos viejos
tiempos). Se pasa las semanas entre Nairobi y Arusha, organizando safaris de
lujo de estilo colonial en el Africa Central y del Este. Ha vivido aqui toda su
vida, habla suajili como si fuera su lengua, y, como los masais, es capaz de
distinguir un animal moverse a cincuenta metros, pero su media melena rubia y
su camisa del mismo corte ingles que su acento le delatan. Sin embargo, es un
muzungu solo en apariencia. Ha crecido como unico blanco en las escuelas
estatales cerca de la reserva de Tsavo. Ha pasado demasiadas noches sin luz y
demasiadas lluvias. - Solo voy a Europa a vender - confiesa.- No se vivir alli.
Es demasiado complicada.
Recostada en su silla
de lona, Ingrid, la novia de Brod, repasa la agenda de safaris de este mes
mientras le da la razon. Apenas tiene 26 anios y lleva su propia empresa de
safaris a caballo. Nacida en Nairobi pero de origen sueco, ha dormido
demasiadas noches sola en el bush como para que nada la asuste. Los dos hablan
con la misma intensidad con la que viven, con la misma fuerza, con la misma
franqueza. Oh! Que debil es nuestra raza, pienso cuando recuerdo las caras
palidas de nuestros ejecutivos detras de su ordenador portatil, las sonrisas languidas
de la chica de moda resguardada detras de unas gafas de la ultima coleccion
Dior.
El resto del grupo de
invitados no se despinta. Varios hijos y nietos de cazadores blancos,
exportadores de café y te de origen aleman, holandes e ingles. Todos con algun
parentesco entre ellos. Todos orgullosos de sus antepasados. Chris, cazador
profesional, me ensena como se marco con un hierro a fuego en el antebrazo las
iniciales de su apellido, como nosotros en las camisas. No doy credito. Los
miro como a una raza imposible. No se si estan locos. No se si soy demasiado
distinta. Si su estilo es demasiado salvaje, si el mio es demasiado
conservador. Me pregunto, si podria,
como ellos, acostumbrarme a esta vida sin asfalto.
La vida de safari. La
vida en el bush. De las lagartos que cruzan a lo lejos y de los mosquitos que
abrasan hasta la raiz cuando pican. De las mambas verdes que cuelgan enroscadas
en las plataneras, del mismo color verde acido que las ramas, imposibles de
distinguir. De los gin tonics a la sombra. De las saharianas cubiertas de
polvo. De las conversaciones directas o de los silencios profundos. De los
sentimientos vivos. Del poderoso sentimiento de sentirse a merced de la
naturaleza, de sentirse salvajemente parte de ella.
Para ellos, Europa es
una vida demasiado manufacturada como para sentirse libres. Les asfixia el
asfalto de las ciudades como a mi el polvo del Kilimanjaro. Muestran orgullosos
las cicatrices de alguna locura en su cuerpo, mientras nosotros mimamos con celo
el nuestro.Prefieren gestionar en silencio un proyecto benefico local en alguna
aldea porque no necesitan crear nuestras ostentosas fundaciones, pero recalan
en el Muthaiga Club si estan en Nairobi, donde el bar sigue restringido a las mujeres, como en tiempos de Karen Blixen. Juegan al polo y trabajan durante tres
semanas seguidas guiando turistas por varios paises de Africa, haciendose cargo
de su seguridad, de su comida y de sus quejas. Hablan perfecto suajili y sin
embargo se dirigen a los camareros negros del club de polo en perfecto ingles.
Por debajo de su chaqueta british asoma la camisa de segunda mano del mercado
local. Su educacion les hace magnificos anfitriones, sensibles a cualquier
detalle, y sin embargo, seria imposible pedirles que intentaran seguir una
insipida conversacion de sociedad. Dejarian de escucharte para observar, con la
misma agudeza que un masai, como se esconden los impalas a lo lejos o intentar
distinguir el sonido de las hienas. Aprecian la belleza del paisaje intacto y duro
de la savanna pero perpetuan sus sofisticadas costumbres britanicas. Responden
con fiereza ante cualquier ataque al subdesarrollo de esta tierra que sienten
suya. Y, al mismo tiempo, saben que el color blanco de su piel los marca para
siempre como “muzungus” en Africa. En suajili, “el que esta perdido”.
Sobre nuestras cabezas,
el cielo cuajado de estrellas nos escucha mientras hablan de Europa, con una
mezcla de nostalgia y de superioridad al mismo tiempo. Brindamos con vino
sudafricano. Brindamos por Africa, y por los atardeceres rojos. Yo brindo en
secreto por ellos. Por su estilo de vida que en Europa ya no tiene lugar. No de
esa manera salvaje. Tan libre. Tan sencilla. Quizas tampoco de esa forma tan civilizada.
Tan sofisticada.
Nos comemos los trozos
de pollo en silencio con las manos, mientras
tiramos los huesos a lo lejos para que lo coman los perros. La vida de safari.
De cenar lo que hay, sin tener que elegir un plato de un menu interminable, con
la sola luz de las lamparas de keroseno, con la unica musica del bramido de
algun animal a lo lejos.
Lanzo un pequeno grito
cuando un lagarto corre asustado al lado de la silla. Brod me rine. “Escucha,
no mas gritos. Esto esta lleno de animales. Ellos estan mas asustados que tu, bueno, solo algunos de ellos - bromea-
asi que relajate y no les des mas importancia. Si no no vas a poder vivir aqui”.
Un escarabajo gigante trepa pesadamente por el pantalon. La aparto dandole la
menor importancia que me es posible. Lo
mismo hago en el lujoso banio del lodge, que tiene el lavabo cubierto de larvas
de agua, de lagartijas en las paredes. Un sapo enano se esconde detras de la
papelera cuando me ve llegar. No hay que darle mayor importancia. Lo intento. Han llegado
las lluvias.
Mientras me ensena en
su i-pad las fotos del ultimo safari que ha organizado, le pregunto a Brod “Cual
es la tipica pregunta del turista de safari al guia?”
- Brod: Mi favorita, la
que todo el mundo hace nada mas llegar. “Se ha comido alguna vez un leon a un
turista?”. Entonces, aguanto la risa, pongo cara de compungido y respondo
siempre muy serio. “Es un tema muy sensible, justo el fin de semana le paso a un
amigo en su grupo y no sabes como ha sido el papeleo..” No puedo contener la
risa cuando se le ponen los ojos en blanco.
Nos reimos todos, su
humor ingles le delata. - “En serio, a veces, uno se encuentra con las preguntas
mas estupidas”.- Se queja. Brod nos cuenta que los turistas le avasallan con
preguntas que varian desde la probabilidad de ser comido por un leon, cuanto
tiempo tardaria en en morir si le picara una serpiente, si se puede beber agua
de las cataratas o el nombre especifico de cada planta. -“Otro tema es cuando se
disfrazan de Rambo para ir a la selva. Me soprenden, mis clientes suelen ser
tipos educados, bastante inteligentes, y sin embargo, por la manana cuando
salen de sus tiendas, apenas los reconozco. En serio, alguno de ellos dan
miedo”.
El tema le divierte,
asi que se extiende - “Cuando los veo aparecer, lo primero que me dan ganas de
decirles es que los colores del safari son el verde, el beige y el marron. Nada
de negros, grises, rojos y verde pistachio. A la selva, se va de verde. Lo
segundo es; porque te disfrazas? Si yo no me disfrazo cuando voy a Europa,
porque se disfraza la gente cuando viene a Africa? Y lo mas interesante es
intentar adivinar de que se disfrazan exactamente... Y lo tercero es; “me puedes
explicar para que necesitas una bandana en la cabeza”. - Nos cuenta que su ultimo
grupo, varios ejecutivos de la city londinense, aparecieron enfundados en pantalones
pirata y enormes zapatos de trekking. Estaban
abochornadisimos cuando me vieron igual que si fuera vestido para cenar.- “Senores,
yo vivo en Africa y tengo por costumbre ir a la selva sin disfrazar.”
Me esperan varios
safaris en estos meses, asi que intento aprovechar para informarme de que es lo
que no debo hacer para convertirme en una de sus anecdotas.
“Si no quieres volver
como han vuelto ellos llenos de picaduras y abrasados por el sol - me explica -
cuando vayas de safari ve con camisa de manga larga oscura, para que evites las
quemaduras, las picaduras, el frio y las manchas. Unos pantalones largos si no quieres que te frian
los mosquitos, de una tela lo suficientemente dura para proteger del frio y de
la maleza y suficientemente ligera para que se seque si llueve. No necesitas
doscientos bolsillos. Otro error, las flip-flops. (Es decir, nuestras chanclas
espaniolas). A la selva se va con zapato cerrado y de cordones. Aunque haga
calor. No tiene que ser un zapato para escalar el Himalaya, basta con que tenga
una suela resistente de goma, sea de piel resistente al agua y proteja el
tobillo. Es decir, nada de zapatos de lona, deporte o similar. Van a volver
empapados.
Evita tener que ir
cargando con una mochila pesadisima. Mejor un chaleco con bolsillos para meter
un sombrero que pueda doblarse, la camara y el antimosquitos. Ya no hace falta
nada mas. Nada de bandanas en la cabeza, tobilleras, rinioneras”- me hace
prometer.
Ingrid interviene, me
cuenta que la ropa de mujer que venden es terrible, que me fije siempre en la
de hombre que es la que ella usa. - “Y lo mas importante, un buen safari termina
con un buen gin tonic, asi que si no quieres despertar la compasion de todo el
staff deja en el coche, en una bolsa aparte, otro par de zapatos y un forro
polar. No se pueden disfrutar de las vistas con unos zapatos empapados en agua,
ni de una cena con unos zapatos que aprietan, ni de un gintonic con frio. Y
sobre todo, porque no quieres parecer una turista de safari”.
Nos terminamos riendo.
No, pienso, no quiero parecerlo. Recuerdo los interminable grupos de turistas con sus mochilas en la calle, rehusando con susto a los vendedores locales cuando se acercan con
sus pulseras. Si llevo ya mas de dos meses en Africa, espero por lo menos
haberme quitado alguna capa de civilizacion que me permita dejar de ser tan
turista. Me niego. Si algo he aprendido, es que Africa es algo mas que un safari.
- GSC: Que es lo que te
gusta de la vida de safari Brod?
- Brod: La libertad.
Elegir cada dia la ruta, por supuesto me debo a mis clientes, pero lo hago a mi
manera, yo decido. Vivir al aire libre. Observar los animales. Llevar en una
maleta todo lo que necesito. Mi casa apenas tiene nada. Volver de un safari y organizar una buena cena. Si, creo que lo que mas me gusta es terminarlos..
Nos reimos. Su concepto de safari, es diferente del de nuestras ordenadas agencias en Europa. Diferente del imaginario occidental. Ir de safari, es mas que ir a ver animales. Porque es un estilo de vida. Porque un safari es un viaje, cualquier viaje y quizas ese es su atractivo. El continuo
movimiento. La continua accion. Acumular puestas de sol y luchas de fieras en
la retina. Aprender a vivir con un par de camisas y ducharse al sol, a luchar
cada dia con una naturaleza indomita y, cuando cae la noche, alegrarse
terriblemente de haberse vencido. Como en cualquier viaje. La vida nomada e
imprevisible. Caminar hacia alguna direccion y sentirse vivo, parte de algo.
Contemplo como se extiende la savanna a nuestro alrededor. Ya no se lo que es
vivir bien pienso. Recuerdo que echaba de menos muchas cosas de Europa. Ahora pienso que voy a echar de menos muchas cosas de Africa. Pienso si vivir bien es nuestra
infraestructura o si vivir bien es saber disfrutar del espectaculo de la
natureleza frente a nosotros, si vivir es recuperar algo de nuestro yo mas salvaje y no
necesitar mas que un pollo a la brasa, o si vivir, es meramente sobrevivir conforme a las reglas sociales.
Puede que hayamos confundido el bienestar con el vivir bien. Y el vivir bien con el sobrevivir. Y el sobrevivir con vivir. Quizas, eso te pregunta Africa la primera vez que te sorprende y te dice: Que es el desarollo? Que es vivir bien? Que es vivir, en su sentido mas amplio?
Puede que hayamos confundido el bienestar con el vivir bien. Y el vivir bien con el sobrevivir. Y el sobrevivir con vivir. Quizas, eso te pregunta Africa la primera vez que te sorprende y te dice: Que es el desarollo? Que es vivir bien? Que es vivir, en su sentido mas amplio?
No lo se. Pienso en las palabras de Brod. Vivir es decidir. En eso le doy la razon. Y ser capaz de afrontar las decisiones. Y sentir el riesgo. Sentir lo que sea. Aunque sea un solo istante i palpiti. Aunque sea miedo. Aunque sea valentia. Sentir. Vivir bien, es vivir sintiendo pienso. Aunque a veces sea mas comodo no sentir nada.
En la celebre novela de
Hemingway sobre la vida de safari, "La Breve vida Feliz de Francis Macomber", Francis se acuesta sin haber podido disparar al leon y repasando lo que tiene, comprende que nada de su vida le sirve
en este safari, nada le daba el coraje suficiente para no temer al leon ni para
enfrentarse a su mujer, para controlar su vida, para enfrentarse a ella. Para decirle que el sabe que solo lo quiere por su dinero.
Porque un safari es un viaje en el que la naturaleza pregunta, y uno calla y piensa.
Rodeada de este grupo de hombres y mujeres sin miedo, repaso yo tambien, como Francis, las cosas que en mi vida me sirven para un safari, para enfrentar un leon, las que tengo dentro de mi, las que tengo en la maleta y las que tengo en mi casa. Pienso que me da coraje para no temer a un leon, a cualquier leon. Repaso los dias que quizas he pasado oculta detras de un ordenador, sin decidir, sin accion. Inanimados. Muertos. En los que no sabia que habia que sacar tiempo para mirar las montanas y observar a los bufalos. En los que necesitaba mucho mas que pollo a la brasa para cenar. En los que como Francis, yo tambien tuve miedo. Entiendo que no puedan vivir en Europa, aunque echen de menos la opera.
Porque un safari es un viaje en el que la naturaleza pregunta, y uno calla y piensa.
Rodeada de este grupo de hombres y mujeres sin miedo, repaso yo tambien, como Francis, las cosas que en mi vida me sirven para un safari, para enfrentar un leon, las que tengo dentro de mi, las que tengo en la maleta y las que tengo en mi casa. Pienso que me da coraje para no temer a un leon, a cualquier leon. Repaso los dias que quizas he pasado oculta detras de un ordenador, sin decidir, sin accion. Inanimados. Muertos. En los que no sabia que habia que sacar tiempo para mirar las montanas y observar a los bufalos. En los que necesitaba mucho mas que pollo a la brasa para cenar. En los que como Francis, yo tambien tuve miedo. Entiendo que no puedan vivir en Europa, aunque echen de menos la opera.
-
"No
es muy tarde?”, ella pregunta. El responde. “No para mi”.
Contesta Francis atreviendose esta vez a enfrentar al
bufalo, cuando una asustada Margot le pregunta por su
inusitada valentia. Dandole a entender a su mujer, que solo ahora tiene el control de su
vida, por primera vez. Aquel safari, habia conseguido sacar su momento mas cobarde y mas valiente.
“Pasion en la Selva o
La breve vida feliz de Francis Macomber”,
de Ernest Hemingway
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