martes, 13 de noviembre de 2012

SAFARI EN LA SAVANNA






"There is something about safari life that makes you forget all your sorrows and feel as if you had drunk half a bottle of champagne - bubbling over with heartfelt gratitude for being alive.”

“Hay algo en la vida de safari que te hace olvidar todos tus dolores y hacerte sentir como si te hubieras bebido media botella de champagne, rebosante del más sincero agradecimiento por estar vivo.”

Karen Blixen, Memorias de Africa, 1937

“Safari” en suajili significa viaje. Cualquier viaje.

Porque un safari es un viaje y hay muchas maneras de viajar, hay muchas maneras de ir de safari. Esta es una de ellas. Old-good times style. Como en los buenos viejos tiempos.

Hoy, por fin, nos dejan un respiro las lluvias. Uno de nuestros amigos, Brod, keniata de origen ingles, nos ha invitado a una cena en uno de los lodges en el bush con los que normalmente trabaja. 

Llegamos al lodge cubiertos de polvo despues de una hora y media de carretera de pista en el todoterreno descubierto. La fauna africana se nos aparece sin avisar en nuestro camino y paramos para dejar pasar varios diks-diks (ciervos enanos) e impalas (gacelas) que se entrecruzaban caprichosos a los lados del coche. Bajamos la velocidad cuando pasamos cerca de las cebras que bebian del rio. Para atisbar los baboons (monos) que se peleaban en una rama. Para no levantar a las jirafas sentadas. En nuestro camino, bordeamos uno de los lagos, cubierto del color rosa imposible de los flamencos. 



El “bush”, como lo llaman aqui. Bush en ingles significa arbusto bajo. Y asi es el paisaje de savanna. De arbusto bajo y polvo. Inmenso. Arido. Salvaje. Salpicado de enormes acacias africanas, cuyas ramas se extienden perfectamente verticales al suelo, creando una agradable sombra, de solitarios baobabs de inmensos troncos. Habitado por animales desconocidos. Coronado por un sol rojo y perfecto que cuelga del horizonte. Enmarcado por el complejo volcanico del Kilimanjaro de un lado y del Monte Meru de otro.



Indolentes bajo una acacia, observamos en silencio como se pierde el sol una calurosa tarde de sabado.  Ginebra keniata y agua tonica, sobre la mesa de  safari de mantel blanco impecable en algun lugar de la savanna. El camarero uniformado que nos acompania enciende discreto las lamparas de keroseno (bush lamps) y las cuelga sobre una estaca. Al fondo, el crepitar de la hoguera para ahuyentar las fieras y los sonidos de los pajaros. Dos masais vigilan la escena. El cocinero canta una cancion mientras pone la carne en las brasas. 


Detras, en otra de las mesas plegables, se alinean varias bebidas y una cubitera con hielos hechos de agua mineral. Quizas el secreto de Africa, es que en vez de querer transformar y urbanizar la naturaleza hasta domarla y hacerla nuestra, aqui se transforma uno hasta hacerse suyo y unirse a ella. Sin temerla. En una union perfecta. 
A Brod, se le conoce por organizar las cenas a la vieja escuela, “old-good times style” (como en los buenos viejos tiempos).  Se pasa las semanas entre Nairobi y Arusha, organizando safaris de lujo de estilo colonial en el Africa Central y del Este. Ha vivido aqui toda su vida, habla suajili como si fuera su lengua, y, como los masais, es capaz de distinguir un animal moverse a cincuenta metros, pero su media melena rubia y su camisa del mismo corte ingles que su acento le delatan. Sin embargo, es un muzungu solo en apariencia. Ha crecido como unico blanco en las escuelas estatales cerca de la reserva de Tsavo. Ha pasado demasiadas noches sin luz y demasiadas lluvias. - Solo voy a Europa a vender - confiesa.- No se vivir alli. Es demasiado complicada.
Recostada en su silla de lona, Ingrid, la novia de Brod, repasa la agenda de safaris de este mes mientras le da la razon. Apenas tiene 26 anios y lleva su propia empresa de safaris a caballo. Nacida en Nairobi pero de origen sueco, ha dormido demasiadas noches sola en el bush como para que nada la asuste. Los dos hablan con la misma intensidad con la que viven, con la misma fuerza, con la misma franqueza. Oh! Que debil es nuestra raza, pienso cuando recuerdo las caras palidas de nuestros ejecutivos detras de su ordenador portatil, las sonrisas languidas de la chica de moda resguardada detras de unas gafas de la ultima coleccion Dior.

El resto del grupo de invitados no se despinta. Varios hijos y nietos de cazadores blancos, exportadores de café y te de origen aleman, holandes e ingles. Todos con algun parentesco entre ellos. Todos orgullosos de sus antepasados. Chris, cazador profesional, me ensena como se marco con un hierro a fuego en el antebrazo las iniciales de su apellido, como nosotros en las camisas. No doy credito. Los miro como a una raza imposible. No se si estan locos. No se si soy demasiado distinta. Si su estilo es demasiado salvaje, si el mio es demasiado conservador. Me pregunto, si podria, como ellos, acostumbrarme a esta vida sin asfalto.

La vida de safari. La vida en el bush. De las lagartos que cruzan a lo lejos y de los mosquitos que abrasan hasta la raiz cuando pican. De las mambas verdes que cuelgan enroscadas en las plataneras, del mismo color verde acido que las ramas, imposibles de distinguir. De los gin tonics a la sombra. De las saharianas cubiertas de polvo. De las conversaciones directas o de los silencios profundos. De los sentimientos vivos. Del poderoso sentimiento de sentirse a merced de la naturaleza, de sentirse salvajemente parte de ella.

Para ellos, Europa es una vida demasiado manufacturada como para sentirse libres. Les asfixia el asfalto de las ciudades como a mi el polvo del Kilimanjaro. Muestran orgullosos las cicatrices de alguna locura en su cuerpo, mientras nosotros mimamos con celo el nuestro.Prefieren gestionar en silencio un proyecto benefico local en alguna aldea porque no necesitan crear nuestras ostentosas fundaciones, pero recalan en el Muthaiga Club si estan en Nairobi, donde el bar sigue restringido a las mujeres, como en tiempos de Karen Blixen. Juegan al polo y trabajan durante tres semanas seguidas guiando turistas por varios paises de Africa, haciendose cargo de su seguridad, de su comida y de sus quejas. Hablan perfecto suajili y sin embargo se dirigen a los camareros negros del club de polo en perfecto ingles. Por debajo de su chaqueta british asoma la camisa de segunda mano del mercado local. Su educacion les hace magnificos anfitriones, sensibles a cualquier detalle, y sin embargo, seria imposible pedirles que intentaran seguir una insipida conversacion de sociedad. Dejarian de escucharte para observar, con la misma agudeza que un masai, como se esconden los impalas a lo lejos o intentar distinguir el sonido de las hienas. Aprecian la belleza del paisaje intacto y duro de la savanna pero perpetuan sus sofisticadas costumbres britanicas. Responden con fiereza ante cualquier ataque al subdesarrollo de esta tierra que sienten suya. Y, al mismo tiempo, saben que el color blanco de su piel los marca para siempre como “muzungus” en Africa. En suajili, “el que esta perdido”.  

Sobre nuestras cabezas, el cielo cuajado de estrellas nos escucha mientras hablan de Europa, con una mezcla de nostalgia y de superioridad al mismo tiempo. Brindamos con vino sudafricano. Brindamos por Africa, y por los atardeceres rojos. Yo brindo en secreto por ellos. Por su estilo de vida que en Europa ya no tiene lugar. No de esa manera salvaje. Tan libre. Tan sencilla. Quizas tampoco de esa forma tan civilizada. Tan sofisticada. 
Nos comemos los trozos de pollo en silencio con las manos, mientras tiramos los huesos a lo lejos para que lo coman los perros. La vida de safari. De cenar lo que hay, sin tener que elegir un plato de un menu interminable, con la sola luz de las lamparas de keroseno, con la unica musica del bramido de algun animal a lo lejos. 

Lanzo un pequeno grito cuando un lagarto corre asustado al lado de la silla. Brod me rine. “Escucha, no mas gritos. Esto esta lleno de animales. Ellos estan mas asustados que tu, bueno, solo algunos de ellos - bromea- asi que relajate y no les des mas importancia. Si no no vas a poder vivir aqui”. Un escarabajo gigante trepa pesadamente por el pantalon. La aparto dandole la menor importancia que me es posible.  Lo mismo hago en el lujoso banio del lodge, que tiene el lavabo cubierto de larvas de agua, de lagartijas en las paredes. Un sapo enano se esconde detras de la papelera cuando me ve llegar. No hay que darle mayor importancia. Lo intento. Han llegado las lluvias.

Mientras me ensena en su i-pad las fotos del ultimo safari que ha organizado, le pregunto a Brod “Cual es la tipica pregunta del turista de safari al guia?” 

- Brod: Mi favorita, la que todo el mundo hace nada mas llegar. “Se ha comido alguna vez un leon a un turista?”. Entonces, aguanto la risa, pongo cara de compungido y respondo siempre muy serio. “Es un tema muy sensible, justo el fin de semana le paso a un amigo en su grupo y no sabes como ha sido el papeleo..” No puedo contener la risa cuando se le ponen los ojos en blanco.

Nos reimos todos, su humor ingles le delata. - “En serio, a veces, uno se encuentra con las preguntas mas estupidas”.- Se queja. Brod nos cuenta que los turistas le avasallan con preguntas que varian desde la probabilidad de ser comido por un leon, cuanto tiempo tardaria en en morir si le picara una serpiente, si se puede beber agua de las cataratas o el nombre especifico de cada planta. -“Otro tema es cuando se disfrazan de Rambo para ir a la selva. Me soprenden, mis clientes suelen ser tipos educados, bastante inteligentes, y sin embargo, por la manana cuando salen de sus tiendas, apenas los reconozco. En serio, alguno de ellos dan miedo”.

El tema le divierte, asi que se extiende - “Cuando los veo aparecer, lo primero que me dan ganas de decirles es que los colores del safari son el verde, el beige y el marron. Nada de negros, grises, rojos y verde pistachio. A la selva, se va de verde. Lo segundo es; porque te disfrazas? Si yo no me disfrazo cuando voy a Europa, porque se disfraza la gente cuando viene a Africa? Y lo mas interesante es intentar adivinar de que se disfrazan exactamente... Y lo tercero es; “me puedes explicar para que necesitas una bandana en la cabeza”. - Nos cuenta que su ultimo grupo, varios ejecutivos de la city londinense, aparecieron enfundados en pantalones pirata y enormes zapatos de trekking.  Estaban abochornadisimos cuando me vieron igual que si fuera vestido para cenar.- “Senores, yo vivo en Africa y tengo por costumbre ir a la selva sin disfrazar.” 

Me esperan varios safaris en estos meses, asi que intento aprovechar para informarme de que es lo que no debo hacer para convertirme en una de sus anecdotas.

“Si no quieres volver como han vuelto ellos llenos de picaduras y abrasados por el sol - me explica - cuando vayas de safari ve con camisa de manga larga oscura, para que evites las quemaduras, las picaduras, el frio y las manchas. Unos  pantalones largos si no quieres que te frian los mosquitos, de una tela lo suficientemente dura para proteger del frio y de la maleza y suficientemente ligera para que se seque si llueve. No necesitas doscientos bolsillos. Otro error, las flip-flops. (Es decir, nuestras chanclas espaniolas). A la selva se va con zapato cerrado y de cordones. Aunque haga calor. No tiene que ser un zapato para escalar el Himalaya, basta con que tenga una suela resistente de goma, sea de piel resistente al agua y proteja el tobillo. Es decir, nada de zapatos de lona, deporte o similar. Van a volver empapados. 

Evita tener que ir cargando con una mochila pesadisima. Mejor un chaleco con bolsillos para meter un sombrero que pueda doblarse, la camara y el antimosquitos. Ya no hace falta nada mas. Nada de bandanas en la cabeza, tobilleras, rinioneras”- me hace prometer. 
Ingrid interviene, me cuenta que la ropa de mujer que venden es terrible, que me fije siempre en la de hombre que es la que ella usa. - “Y lo mas importante, un buen safari termina con un buen gin tonic, asi que si no quieres despertar la compasion de todo el staff deja en el coche, en una bolsa aparte, otro par de zapatos y un forro polar. No se pueden disfrutar de las vistas con unos zapatos empapados en agua, ni de una cena con unos zapatos que aprietan, ni de un gintonic con frio. Y sobre todo, porque no quieres parecer una turista de safari”. 

Nos terminamos riendo. No, pienso, no quiero parecerlo. Recuerdo los interminable grupos de turistas con sus mochilas en la calle, rehusando con susto a los vendedores locales cuando se acercan con sus pulseras. Si llevo ya mas de dos meses en Africa, espero por lo menos haberme quitado alguna capa de civilizacion que me permita dejar de ser tan turista. Me niego. Si algo he aprendido, es que Africa es algo mas que un safari.


- GSC: Que es lo que te gusta de la vida de safari Brod?

- Brod: La libertad. Elegir cada dia la ruta, por supuesto me debo a mis clientes, pero lo hago a mi manera, yo decido. Vivir al aire libre. Observar los animales. Llevar en una maleta todo lo que necesito. Mi casa apenas tiene nada. Volver de un safari y organizar una buena cena. Si, creo que lo que mas me gusta es terminarlos..

Nos reimos. Su concepto de safari, es diferente del de nuestras ordenadas agencias en Europa. Diferente del imaginario occidental. Ir de safari, es mas que ir a ver animales. Porque es un estilo de vida. Porque un safari es un viaje, cualquier viaje y quizas ese es su atractivo. El continuo movimiento. La continua accion. Acumular puestas de sol y luchas de fieras en la retina. Aprender a vivir con un par de camisas y ducharse al sol, a luchar cada dia con una naturaleza indomita y, cuando cae la noche, alegrarse terriblemente de haberse vencido. Como  en cualquier viaje. La vida nomada e imprevisible. Caminar hacia alguna direccion y sentirse vivo, parte de algo. 

Contemplo como se extiende la savanna a nuestro alrededor. Ya no se lo que es vivir bien pienso. Recuerdo que echaba de menos muchas cosas de Europa. Ahora pienso que voy a echar de menos muchas cosas de Africa. Pienso si vivir bien es nuestra infraestructura o si vivir bien es saber disfrutar del espectaculo de la natureleza frente a nosotros, si vivir es recuperar algo de nuestro yo mas salvaje y no necesitar mas que un pollo a la brasa, o si vivir, es meramente sobrevivir conforme a las reglas sociales. 

Puede que hayamos confundido el bienestar con el vivir bien.  Y el vivir bien con el sobrevivir. Y el sobrevivir con vivir. Quizas, eso te pregunta Africa la primera vez que te sorprende y te dice: Que es el desarollo? Que es vivir bien? Que es vivir, en su sentido mas amplio?

No lo se. Pienso en las palabras de Brod. Vivir es decidir. En eso le doy la razon. Y ser capaz de afrontar las decisiones. Y sentir el riesgo. Sentir lo que sea. Aunque sea un solo istante i palpiti. Aunque sea miedo. Aunque sea valentia. Sentir. Vivir bien, es vivir sintiendo pienso. Aunque a veces sea mas comodo no sentir nada.

En la celebre novela de Hemingway sobre la vida de safari, "La Breve vida Feliz de Francis Macomber", Francis se acuesta sin haber podido disparar al leon y repasando lo que tiene, comprende que nada de su vida le sirve en este safari, nada le daba el coraje suficiente para no temer al leon ni para enfrentarse a su mujer, para controlar su vida, para enfrentarse a ella. Para decirle que el sabe que solo lo quiere por su dinero.

Porque un safari es un viaje en el que la naturaleza pregunta, y uno calla y piensa. 

Rodeada de este grupo de hombres y mujeres sin miedo, repaso yo tambien, como Francis, las cosas que en mi vida me sirven para un safari, para enfrentar un leon, las que tengo dentro de mi, las que tengo en la maleta y las que tengo en mi casa. Pienso que me da coraje para no temer a un leon, a cualquier leon. Repaso los dias que quizas he pasado oculta detras de un ordenador, sin decidir, sin accion. Inanimados. Muertos. En los que no sabia que habia que sacar tiempo para mirar las montanas y observar a los bufalos. En los que necesitaba mucho mas que pollo a la brasa para cenar. En los que como Francis, yo tambien tuve miedo. Entiendo que no puedan vivir en Europa, aunque echen de menos la opera.  




-          "No es muy tarde?”, ella pregunta. El responde. “No para mi”.
Contesta Francis atreviendose esta vez a enfrentar al bufalo, cuando una asustada Margot le pregunta por su inusitada valentia. Dandole a entender a su mujer, que solo ahora tiene el control de su vida, por primera vez. Aquel safari, habia conseguido sacar su momento mas cobarde y mas valiente.

“Pasion en la Selva o La breve vida feliz de Francis Macomber”, de Ernest Hemingway

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