El calor intenso del verano africano nos envuelve en el
pequeno autobus que traquetea por la carretera de Nairobi, atravesando a
treinta ocho grados la savanna, en una linea recta que se pierde en el
horizonte.
El camino de Nairobi |
Sobre el techo resuenan las maletas que estan colocadas en la vaca
atadas con una cuerda y cubiertas con un plastico. Descubro las cortinas de la
ventana para poder perder la vista en el paisaje que se extiende ante nosotros,
de arbustos dorados, acacias y sol ardiente, interrumpido solo por el color
vivo de las mantas azul electrica y rojas de los masais que guian el ganado con
sus palos, por los ninos que cruzan la carretera jugando, por los mercados
atestados de los pueblos que pasamos y por las bomas masais con sus techos de
paja, aisladas en este paisaje desertico. Pierdo la vista entre la multitud de acacias que se extienden a ambos lados de la carretera y pienso que es un lujo tener este paisaje solo para mi durante seis horas. Y pienso en como sera Nairobi. Se me aparece como una ciudad en mitad del desierto, de la nada. Una mezcla extrana de rascacielos y chabolas. Pero el nombre me gusta. Nairobi, la ciudad de las aguas frescas, en lenguaje masai.
Nuestro autobus |
No deberiamos venir, el viaje no ha sido autorizado pero, al
mismo tiempo, en la morgue de Arusha se encuentra el tercer cuerpo de mujer
mzungu en lo que va de anio, desfigurado, violado, muerto a machetazos con un
panga, en suajili, un cuchillo. Es mas corto que una espada, pero mas largo que
un cuchillo, en torno a los 30 centimetros de largo y de venta libre. Que
llevan colgado a la cintura por la calle, como quien lleva un portatil. Como
los dos que tiene mi amiga en el asiento de atras de su coche. Porque no se
sabe.
Nuestro autobus va directo desde el Hotel Gacela en Arusha
hasta el hotel Hilton de Nairobi, donde Victoria y yo nos dirijimos este fin de
semana. Yo tengo que extender la visa y salir obligatoriamente del pais y
Victoria algunas compras para regalar, porque aunque aqui no haya luces, ni
abetos iluminados, ni mas nieve que la de la cima del Kilimanjaro, en alguna
parte del mundo, nuestra calendario nos recuerda que es navidad.
A las tres horas de viaje, llegamos a Namanga, el pueblo fronterizo con Kenya. Bajamos el autobus para cruzar la frontera andandando sellar la salida en tanzania y solicitar el permiso en Kenya. Las mujeres massais nos gritan mzungu, mzungu y nos ensenan sus preciosos collares de shangas para que les compremos algo. Venimos de territorio masai. Ya conocemos bien estos collares.
Cuentas masais |
Bar de carretera |
Demasiadas horas mas tarde, llegamos al lobby del Hilton en epleno centro de Nairobi. Rodeadas de altos rascacielos. Venidas de nuestra pequena ciudad de la selva, llenas
de polvo, cansadas, hambrientas y sedientas, con dos horas de retraso, un total
de siete horas, pero felices de no haber perdido nuestra maleta en alguno de
los baches del camino. Nos sentamos en la mesa de la terraza para tomarnos una
cerveza Tusker, la que se bebe en Nairobi, mientras esperamos que nos recoja el
taxista de confianza que nos manda el hostal. En Africa es facil perderse y la
vida vale poco. Es importante dejar siempre rastro de donde se va y con quien. No se cogen los taxis en la calle.
- Camarero: Desean algo
mas las senoras?
- GSC: Si, haga el favor de decirle a nuestro chofer cuando
llegue que estamos en la terraza.
- Camarero: Por supuesto, senora.
Victoria estalla en risas.
- Vic: Eres imposible.
- GSC: Oye, hay dos maneras de entender la vida. Una es pensar
que es un taxista desconocido en un coche viejo que nos manda nuestro hostal y
otra es pensar que es nuestro chofer. Yo siempre miro la vida desde la segunda
perspectiva. – y nos morimos de risa saboreando la cerveza despues del
interminable viaje.
Nairobi nos saluda con un trafico infernal. Tardamos tres
horas en avanzar 15 kilometros desde el Hilton a nuestro hostal en el barrio de Karen,
llamado asi por ser la antigua finca de Karen Blixen. En el camino, cuento 17
accidentes de trafico. Victoria se duerme, mientras se le sube la falda y se le
baja la camiseta. Y el taxista mira por el espejo retrovisor embobado. Maldita
sea esta mujer no tiene conciencia pienso mientras le bajo la falda y le subo
la camiseta y hago interminable esfuerzos por darle conversacion al taxista
tres horas para no dormirme. Estamos en Nairobi, tambien conocido como
Nairoberi (ciudad del robo), una de las mas peligrosas de Africa, con un
taxista que no conocemos. Mando un email al hostal desde la blackberry para
decirle que ya estamos en el taxi. El hostal llama al taxista para preguntarle
porque no hemos llegado y el taxista se excusa contandole lo terrible del
trafico. Me siento tranquila. Este es el tipo de seguridades que es necesario
construir cuando te mueves por aqui.
Casi a las 12 de la noche llegamos al hostal. Suplicamos que
nos den lo que haya para comer y nos ofrecen un sandwich de queso y aguacate.
Queso? No me lo puedo creer! Lo comemos de un bocado y nos dirijimos a nuestra
tienda en el jardin, que es la opcion mas barata. 10 euros la noche. El cuarto
de banio es comunitario.
El hostal, el Wildebeest Camp, es una mezcla entre camping y hotel. Hay habitaciones comunes, tiendas de safari de lujo y tiendas normales en el jardin alrededor de un precioso estanque. Esta situado en el barrio Karen, que es el barrio en el que asentaba la finca de Karen Blixen, la escritora de Memorias de Africa y cuya casa no dista mucho de aqui.
El hostal, el Wildebeest Camp, es una mezcla entre camping y hotel. Hay habitaciones comunes, tiendas de safari de lujo y tiendas normales en el jardin alrededor de un precioso estanque. Esta situado en el barrio Karen, que es el barrio en el que asentaba la finca de Karen Blixen, la escritora de Memorias de Africa y cuya casa no dista mucho de aqui.
Wildebeest Camp, Nairobi |
-GSC: Oye, si lo cierras todo nos vamos a asfixiar! – Le digo
cuando veo que cierra la cremallera de la puerta de la tienda.
-Victoria: Pero que dices?
-GSC: No lo se, es normal eso de cerrar la cremallera? Y que
pasa con el aire?
-Victoria: Pero como nos vamos a asfixiar? es que nunca has
dormido en una tienda? Donde duermes cuando vas de camping?
-GSC: No, nunca. Nunca he hecho camping. Al menos en edad de
recordarlo.
Parece convencida de lo que hace
mientras cualga la linterna de un gancho que hay arriba colocado al efecto.
Extiendo el saco y mi almohada y abro arrodillada mi inapropiada maleta de
ruedas para este viaje, mas propia de las cabinas de un boing que de un
camping. Saco la bata de algo que imita a la seda que me presto mi madre y que uso para dormir a
diario, porque me recuerda a ella y de alguna forma me siento en casa.
-Victoria: Que haces con una bata? Asi no se duerme
en un camping.
-GSC: Asi me hago la
ilusion de que estamos todavia en el Hilton.
Nos reimos mientras yo pienso que no voy a pegar ojo cada
vez que oigo pisadas de otros huespedes cerca de nuestra tienda. De repente la lluvia martillea con fuerza la lona de nuestra tienda. No me lo puedo creer. Manana esto va a ser una barca.Coloco el
bolso con el pasaporte, el dinero y la medalla de la Virgen del Rocio, para que
nos proteja en Nairobi detras de mi cabeza y, misteriosamente, nos quedamos
dormidas en cinco minutos, a pesar de la lluvia que se cuela, los pajaros, los sonidos extranios..
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