jueves, 6 de diciembre de 2012

EL CAMINO DE NAIROBI



Skyline de Nairobi


El calor intenso del verano africano nos envuelve en el pequeno autobus que traquetea por la carretera de Nairobi, atravesando a treinta ocho grados la savanna, en una linea recta que se pierde en el horizonte. 

El camino de Nairobi


Sobre el techo resuenan las maletas que estan colocadas en la vaca atadas con una cuerda y cubiertas con un plastico. Descubro las cortinas de la ventana para poder perder la vista en el paisaje que se extiende ante nosotros, de arbustos dorados, acacias y sol ardiente, interrumpido solo por el color vivo de las mantas azul electrica y rojas de los masais que guian el ganado con sus palos, por los ninos que cruzan la carretera jugando, por los mercados atestados de los pueblos que pasamos y por las bomas masais con sus techos de paja, aisladas en este paisaje desertico. Pierdo la vista entre la multitud de acacias que se extienden a ambos lados de la carretera y pienso que es un lujo tener este paisaje solo para mi durante seis horas. Y pienso en como sera Nairobi. Se me aparece como una ciudad en mitad del desierto, de la nada. Una mezcla extrana de rascacielos y chabolas. Pero el nombre me gusta. Nairobi, la ciudad de las aguas frescas, en lenguaje masai.


Nuestro autobus


No deberiamos venir, el viaje no ha sido autorizado pero, al mismo tiempo, en la morgue de Arusha se encuentra el tercer cuerpo de mujer mzungu en lo que va de anio, desfigurado, violado, muerto a machetazos con un panga, en suajili, un cuchillo. Es mas corto que una espada, pero mas largo que un cuchillo, en torno a los 30 centimetros de largo y de venta libre. Que llevan colgado a la cintura por la calle, como quien lleva un portatil. Como los dos que tiene mi amiga en el asiento de atras de su coche. Porque no se sabe.

Nuestro autobus va directo desde el Hotel Gacela en Arusha hasta el hotel Hilton de Nairobi, donde Victoria y yo nos dirijimos este fin de semana. Yo tengo que extender la visa y salir obligatoriamente del pais y Victoria algunas compras para regalar, porque aunque aqui no haya luces, ni abetos iluminados, ni mas nieve que la de la cima del Kilimanjaro, en alguna parte del mundo, nuestra calendario nos recuerda que es navidad.

A las tres horas de viaje, llegamos a Namanga, el pueblo fronterizo con Kenya. Bajamos el autobus para cruzar la frontera andandando sellar la salida en tanzania y solicitar el permiso en Kenya. Las mujeres massais nos gritan mzungu, mzungu y nos ensenan sus preciosos collares de shangas para que les compremos algo. Venimos de territorio masai. Ya conocemos bien estos collares.

Cuentas masais
El autobus nos para para comprar agua en el bar de carretera. Una choza de ladrillo y paja.

Bar de carretera


Demasiadas horas mas tarde, llegamos al lobby del Hilton en epleno centro de Nairobi. Rodeadas de altos rascacielos. Venidas de nuestra pequena ciudad de la selva, llenas de polvo, cansadas, hambrientas y sedientas, con dos horas de retraso, un total de siete horas, pero felices de no haber perdido nuestra maleta en alguno de los baches del camino. Nos sentamos en la mesa de la terraza para tomarnos una cerveza Tusker, la que se bebe en Nairobi, mientras esperamos que nos recoja el taxista de confianza que nos manda el hostal. En Africa es facil perderse y la vida vale poco. Es importante dejar siempre rastro de donde se va y con quien. No se cogen los taxis en la calle.

- Camarero:  Desean algo mas las senoras?

- GSC: Si, haga el favor de decirle a nuestro chofer cuando llegue que estamos en la terraza.

- Camarero: Por supuesto, senora.

Victoria estalla en risas.

- Vic: Eres imposible.

- GSC: Oye, hay dos maneras de entender la vida. Una es pensar que es un taxista desconocido en un coche viejo que nos manda nuestro hostal y otra es pensar que es nuestro chofer. Yo siempre miro la vida desde la segunda perspectiva. – y nos morimos de risa saboreando la cerveza despues del interminable viaje.

Nairobi nos saluda con un trafico infernal. Tardamos tres horas en avanzar 15 kilometros desde el Hilton a nuestro hostal en el barrio de Karen, llamado asi por ser la antigua finca de Karen Blixen. En el camino, cuento 17 accidentes de trafico. Victoria se duerme, mientras se le sube la falda y se le baja la camiseta. Y el taxista mira por el espejo retrovisor embobado. Maldita sea esta mujer no tiene conciencia pienso mientras le bajo la falda y le subo la camiseta y hago interminable esfuerzos por darle conversacion al taxista tres horas para no dormirme. Estamos en Nairobi, tambien conocido como Nairoberi (ciudad del robo), una de las mas peligrosas de Africa, con un taxista que no conocemos. Mando un email al hostal desde la blackberry para decirle que ya estamos en el taxi. El hostal llama al taxista para preguntarle porque no hemos llegado y el taxista se excusa contandole lo terrible del trafico. Me siento tranquila. Este es el tipo de seguridades que es necesario construir cuando te mueves por aqui.

Casi a las 12 de la noche llegamos al hostal. Suplicamos que nos den lo que haya para comer y nos ofrecen un sandwich de queso y aguacate. Queso? No me lo puedo creer! Lo comemos de un bocado y nos dirijimos a nuestra tienda en el jardin, que es la opcion mas barata. 10 euros la noche. El cuarto de banio es comunitario.

El hostal, el Wildebeest Camp, es una mezcla entre camping y hotel. Hay habitaciones comunes, tiendas de safari de lujo y tiendas normales en el jardin alrededor de un precioso estanque. Esta situado en el barrio Karen, que es el barrio en el que asentaba la finca de Karen Blixen, la escritora de Memorias de Africa y cuya casa no dista mucho de aqui.

Wildebeest Camp, Nairobi

-GSC: Oye, si lo cierras todo nos vamos a asfixiar! – Le digo cuando veo que cierra la cremallera de la puerta de la tienda.

-Victoria: Pero que dices?

-GSC: No lo se, es normal eso de cerrar la cremallera? Y que pasa con el aire?

-Victoria: Pero como nos vamos a asfixiar? es que nunca has dormido en una tienda? Donde duermes cuando vas de camping?

-GSC: No, nunca. Nunca he hecho camping. Al menos en edad de recordarlo.
Victoria se muere de risa y me promete que no nos vamos a asfixiar. No tengo mas remedio que creerla.

Parece convencida de lo que hace mientras cualga la linterna de un gancho que hay arriba colocado al efecto. Extiendo el saco y mi almohada y abro arrodillada mi inapropiada maleta de ruedas para este viaje, mas propia de las cabinas de un boing que de un camping. Saco la bata de algo que imita a la seda que me presto mi madre y que uso para dormir a diario, porque me recuerda a ella y de alguna forma me siento en casa.

-Victoria: Que haces con una bata? Asi no se duerme en un camping.

-GSC:  Asi me hago la ilusion de que estamos todavia en el Hilton.

Nos reimos mientras yo pienso que no voy a pegar ojo cada vez que oigo pisadas de otros huespedes cerca de nuestra tienda. De repente la lluvia martillea con fuerza la lona de nuestra tienda. No me lo puedo creer. Manana esto va a ser una barca.Coloco el bolso con el pasaporte, el dinero y la medalla de la Virgen del Rocio, para que nos proteja en Nairobi detras de mi cabeza y, misteriosamente, nos quedamos dormidas en cinco minutos, a pesar de la lluvia que se cuela, los pajaros, los sonidos extranios..


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