"La sombra no existe; lo que tu llamas sombra es la luz que no ves."
Henri Barbusse
Anoche, Charlie, me pregunto si confiaba en el. Dado el
horrible trafico que habia en Arusha queria coger un atajo por las “slums”
(chabolas). No era el camino habitual pero es mi taxista habitual. Asi que
respire hondo y le dije. “Charlie, estoy vendida. Puedes llevarme por donde quieras. No tengo
mas remedio que confiar en ti.”
Aprender a confiar es dificil. Durante cuatro anos me he
ejercitado en confirmar, reconfirmar, double check, comprobar, controlar, detectar
riesgos, preveer y solucionar uno mismo. Asi es Europa. Autosuficiente. Respirar
y confiar. “Si Charlie, confio en ti”. Charlie se rie y me dice que no me
preocupe, que Charlie es bueno.
Salimos de la calle principal de Arusha, la unica asfaltada y
iluminada (definamos iluminada como alguna farola despistada, solitaria y
sorprendida de estar encendida) y nos adentramos en un camino de polvo sin
iluminar. Charlie se rie.
Pole (lo siento), esto es distinto de Europa verdad? – me dice
riendose-. Bueno – le digo para tranquilizarle, como si pudiera preocuparle -
algo distinto pero no mucho mas.
Pasamos una hilera de casitas hechas con tablones y las
pequenas bombillas que cuelgan de alguna casa van desapareciendo.
Pero donde estamos Charlie?! Aqui no hay luz!! No se ve
nada! - El polvo de un todoterreno que nos adelanta lo ha cubierto todo de
polvo. Charlie se rie – Este es mi barrio, tranquila, Charlie es tu amigo, te
he dicho que era un atajo -. Poco a poco el polvo desaparece y va dejando ver
el camino en plena noche cerrada. Alrededor del coche los pastores vuelven con vacas
y cabras y las mujeres que cargan con el agua en la cabeza. Vamos atravesando
poco a poco el camino, esquivando los ninos que salen de los barracones y juegan
descalzos con las ruedas, las bicicletas que se cruzan y las hogueras de basura
en las que cada familia quema sus desechos.
Delante de los barracones de madera estan sentados cocinando
guisos de pescado y batata en pequenas hogueras de gas. La luz de algunas lamparas
de keroseno que asomam por las ventanas abiertas van mostrando el camino que
atraviesa el gran “slum”. El rio
Themi atraviesa las barriada de chabolas y me pregunto seriamente
si el coche sin marca de Charlie va a ser capaz de vadearlo o nos quedaremos en
mitad del slum.
Respira hondo, no hay nada bajo control. Se me llenan los
pulmones del humo de las hogueras de ugali (batata, agua y polvos de levadura) y del polvo que levantan las motos
que nos adelantan. Cuando cruzamos el rio que nos sacaba del slum Charlie habia
perdido el guardabarros y yo mi fe en nuestro Dios occidental de las pequenas cosas. A la luz de las lamparas
de keroseno se veia la auntentica realidad mucho mas clara que bajo todas
las luces de Paris. Paris, ahora tan irreal.
La gente dice que Dios ha abandonado Africa, creo que mas
bien en Europa hemos hecho lo posible para no necesitarlo. En Africa,
donde la fragilidad del ser humano se hace real y las circunstancias se imponen
a la persona, uno comprende lo cerca que esta Dios y su omnipotencia. En Europa, el ser humano domina el mundo y se sobrepone a sus
circunstancias. Entonces Dios se convierte en un jefe incomodo y algo senil, al
que tratamos con familiaridad, con el que negociamos y al que creemos poder enganar
con facilidad en las pequenas cosas.
El control de la situacion es el mecanismo occidental que evita
cualquier sentimiento de vulnerabilidad en nuestro diario. Cualquier
interferencia que pudiera hacernos mirar hacia arriba y, reconociendo nuestra fragilidad decir, en absoluta sintonia, libres de toda presuncion autosuficiente,
“Padre, en tus manos encomiendo mi espiritu.”
Entramos de nuevo en mi urbanizacion, protegida con askaris armados,
setos y jardineros y algunas farolas diseminadas para hacernos sentir un poco
mas en casa a la comunidad de expatriados.
Al fondo, suena la llamada de la mezquita.
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